Textos folcloricos en el
aula
Introducción:
Hoy en día
vivimos en una sociedad donde prevalece las tecnologías, y donde se ha dado un
paso a tras a lo tradicional, como antiguamente se leían cuentos se escribían
etc.
Por ello
hay que dar gracias a los maestros que siguen trabajándolo en sus aulas y hacen
que los textos folclóricos no se olviden.
Los
maestros tenemos que entender que por muy pequeños que veamos a los niños, son
perfectamente capaces de establecer significados simbólicos y tenemos que
potenciar esa reflexión y no dar respuestas anticipadas. No hay que explicar
los cuentos a los alumnos, hay que dejar que decidan ellos lo que el texto les
está transmitiendo.
Los niños
en los cuentos folclóricos quieren parecerse a los personajes que les llama la atención,
lo único que no se sienten identificados con ellos ya que los personajes en la mayoría
de los casos son adolescentes, pero se sienten identificados en ocasiones en
ciertas situaciones vividas por los niños también.
Algo que siempre
me a gustado en el aula es que a la hora de contar ciertos cuentos es bueno
utilizar recursos nuevos que a los niños les llame la atención, una herramienta
que es antigua y fundamental en las escuelas son las marionetas ya que a los niños
les llama mucho la atención.
En cuanto a
los textos folclóricos también encontramos las poesías algo muy tradicional ya
que como comentaba anteriormente, antiguamente se utilizaban mucho a través de
la hora del juego (como ciertas canciones folclóricas que se utilizaban para
saltar a la comba o para jugar con las manos).
Me llama
mucho la atención cuando a veces estoy en el parque o en la escuela ver a los
niños en la hora del recreo jugando a la comba con las canciones antiguas, algo
fundamental para que no se olviden y siempre estén presentes.
A mí me las
enseño mi madre y a la hora de los recreos jugaba con mis compañeras y
monitoras de comedor algo inolvidable.
Como
apuntaba Vygotski, el desarrollo mental del hombre tiene su origen en la
comunicación verbal entre el niño y el adulto, y este es uno de los motivos por
los cuales la literatura folclórica tendría que estar más presente en el aula.
Origen
de los textos folclóricos:
El origen
de la palabra “folclore” data de 1846. Fue acuñada por el anticuario inglés
William John Thoms, sustituyendo al curioso concepto de “antigüedades
populares” que existía hasta la fecha.
Hace
referencia a diferentes aspectos de la cultura popular y tiene tres características
fundamentales: el anonimato, la realidad y la multiplicidad de variantes.
Es por
ello, que resulta de especial importancia la incorporación de la literatura
oral tradicional en la escuela. La Literatura Folclórica supone hacer que el
niño viva la palabra que ha perdurado durante generaciones, llenarlo de
afectividad de la comunicación de tú a tú e incorporarlo a su cultura o a otras
culturas ancestrales.
El pescador y su mujer:
Fuente:
Es un cuento alemán recogido
por los hermanos Grimm(1981). Es del tipo
555 en el sistema Aarne-Thompson: El pescador y su esposa. Su tema
fue utilizado en El cuento del pescador y el pez, un poema de
1833 de Aleksandr Pushkin. La novela de 1977, La platija, escrita por
Günter Grass, se basa libremente en el cuento de hadas.
Fuente:
https://www.google.com/search?biw=1920&bih=969&tbm=isch&sa=1&ei=dIePXKrFA8WPlwTf6ZGgAQ&q=hermanos+grimm+&oq=hermanos+grimm+&gs_l=img.3..35i39j0i67j0l8.3173.3321..3577...0.0..0.61.120.2......1....1..gws-wiz-img.m1XyT_VWvuI#imgrc=cRza7BNiGG6h_M:
Justificación de
la elección del cuento:
Mi elección de este
cuento ha sido por que cuando era pequeña en el colegio nos contaban este
cuento muchas veces nuestra profesora de lengua. Además, también recuerdo que
en la ESO nos toco leérnoslo en ingles, que gracias a que nos lo habían contado
muchas veces podíamos entender ciertas palabras que no sabíamos su significado en
inglés.
Este libro lo que nos transmite
es la importancia que debemos dar a lo que tenemos sin necesidad de tener muchísimas
cosas que aun así no nos da felicidad. Mejor tener poco que nos haga felices,
además de la importancia de las personas que nos rodean antes que cualquier
cosa material.
Fuente:
https://www.google.com/search?q=el+pescador+y+su+mujer&source=lnms&tbm=isch&sa=X&ved=0ahUKEwit7Nj82YvhAhUDx4UKHUy9AfgQ_AUIDygC&biw=1920&bih=969#imgrc=7W5TtWXrGs7A_M:
Justificación de la elección de la
edad:
La edad recomendada es a
partir de los 4 años, ya que es cierto que es un texto bastante largo, pero que
les llama mucho la atención a los niños por el echo de que les llama la
atención el personaje del pez de oro y que pueda realizar deseos.
Yo lo utilizaría con niños de 8 a 9 años ya que
con estas edades pueden seguir el hilo de la historia y sentir
curiosidad acerca de los deseos que quieren realizar.
En cuanto a la escritura
es fácil para poder entenderla con estas edades, pero como estamos en textos folclóricos
lo fundamental es contárselo a los niños.
Cuento:
Había una vez un pescador que
vivía con su mujer en una choza, a la orilla del mar. El pescador iba todos los
días a echar su anzuelo, y le echaba y le echaba sin cesar.
Estaba un día sentado junto a su caña en la ribera, con la vista dirigida hacia su límpida agua, cuando de repente vio hundirse el anzuelo y bajar hasta lo más profundo y al sacarle tenía en la punta un barbo muy grande, el cual le dijo: -Te suplico que no me quites la vida; no soy un barbo verdadero, soy un príncipe encantado; ¿de qué te serviría matarme si no puedo serte de mucho regalo? Échame al agua y déjame nadar.
-Ciertamente, le dijo el pescador, no tenías necesidad de hablar tanto, pues no haré tampoco otra cosa que dejar nadar a sus anchas a un barbo que sabe hablar.
Le echó al agua y el barbo se sumergió en el fondo, dejando tras sí una larga huella de sangre.
El pescador se fue a la choza con su mujer: -Marido mío, le dijo, ¿no has cogido hoy nada?
-No, contestó el marido; he cogido un barbo que me ha dicho ser un príncipe encantado y le he dejado nadar lo mismo que antes.
-¿No le has pedido nada para ti? -replicó la mujer.
-No, repuso el marido; ¿y qué había de pedirle?
-¡Ah! -respondió la mujer; es tan triste, es tan triste vivir siempre en una choza tan sucia e infecta como esta; hubieras debido pedirle una casa pequeñita para nosotros; vuelve y llama al barbo, dile que quisiéramos tener una casa pequeñita, pues nos la dará de seguro.
-¡Ah! -dijo el marido, ¿y por qué he de volver?
-¿No le has cogido, continuó la mujer, y dejado nadar como antes? Pues lo harás; ve corriendo.
El marido no hacía mucho caso; sin embargo, fue a la orilla del mar, y cuando llegó allí, la vio toda amarilla y toda verde, se acercó al agua y dijo:
Tararira ondino, tararira ondino,
hermoso pescado, pequeño vecino,
mi pobre Isabel grita y se enfurece,
es preciso darla lo que se merece.
El barbo avanzó hacia él y le dijo: -¿Qué quieres?
-¡Ah! -repuso el hombre, hace poco que te he cogido; mi mujer sostiene que hubiera debido pedirte algo. No está contenta con vivir en una choza de juncos, quisiera mejor una casa de madera.
-Puedes volver, le dijo el barbo, pues ya la tiene.
Volvió el marido y su mujer no estaba ya en la choza, pero en su lugar había una casa pequeña, y su mujer estaba a la puerta sentada en un banco. Le cogió de la mano y le dijo: -Entra y mira: esto es mucho mejor.
Entraron los dos y hallaron dentro de la casa una bonita sala y una alcoba donde estaba su lecho, un comedor y una cocina con su espetera de cobre y estaño muy reluciente, y todos los demás utensilios completos. Detrás había un patio pequeño con gallinas y patos, y un canastillo con legumbres y frutas. -¿Ves, le dijo la mujer, qué bonito es esto?
-Sí, la dijo el marido; si vivimos siempre aquí, seremos muy felices.
-Veremos lo que nos conviene, replicó la mujer.
Después comieron y se acostaron.
Continuaron así durante ocho o quince días, pero al fin dijo la mujer: -¡Escucha, marido mío: esta casa es demasiado estrecha, y el patio y el huerto son tan pequeños!... El barbo hubiera debido en realidad darnos una casa mucho más grande. Yo quisiera vivir en un palacio de piedra; ve a buscar al barbo; es preciso que nos dé un palacio.
-¡Ah!, mujer, replicó el marido, esta casa es en realidad muy buena; ¿de qué nos serviría vivir en un palacio?
-Ve, dijo la mujer, el barbo puede muy bien hacerlo.
-No, mujer, replicó el marido, el barbo acaba de darnos esta casa, no quiero volver, temería importunarle.
-Ve, insistió la mujer, puede hacerlo y lo hará con mucho gusto; ve, te digo.
El marido sentía en el alma dar este paso, y no tenía mucha prisa, pues se decía: -No me parece bien, -pero obedeció sin embargo.
Cuando llegó cerca del mar, el agua tenía un color de violeta y azul oscuro, pareciendo próxima a hincharse; no estaba verde y amarilla como la vez primera; sin embargo, reinaba la más completa calma. El pescador se acercó y dijo:
Tararira ondino, tararira ondino,
hermoso pescado, pequeño vecino,
mi pobre Isabel grita y se enfurece,
es preciso darla lo que se merece.
-¿Qué quiere tu mujer? -dijo el barbo.
-¡Ah! -contestó el marido medio turbado, quiere habitar un palacio grande de piedra.
-Vete, replicó el barbo, la encontrarás a la puerta.
Marchó el marido, creyendo volver a su morada; pero cuando se acercaba a ella, vio en su lugar un gran palacio de piedra. Su mujer, que se hallaba en lo alto de las gradas, iba a entrar dentro; le cogió de la mano y le dijo: -Entra conmigo. -La siguió. Tenía el palacio un inmenso vestíbulo, cuyas paredes eran de mármol; numerosos criados abrían las puertas con grande estrépito delante de sí; las paredes resplandecían con los dorados y estaban cubiertas de hermosas colgaduras; las sillas y las mesas de las habitaciones eran de oro; veíanse suspendidas de los techos millares de arañas de cristal, y había alfombras en todas las salas y piezas; las mesas estaban cargadas de los vinos y manjares más exquisitos, hasta el punto que parecía iban a romperse bajo su peso. Detrás del palacio había un patio muy grande, con establos para las vacas y caballerizas para los caballos y magníficos coches; había además un grande y hermoso jardín, adornado de las flores más hermosas y de árboles frutales, y por último, un parque de lo menos una legua de largo, donde se veían ciervos, gamos, liebres y todo cuanto se pudiera apetecer.
-¿No es muy hermoso todo esto? -dijo la mujer.
-¡Oh!, ¡sí! -repuso el marido; quedémonos aquí y viviremos muy contentos.
-Ya reflexionaremos, dijo la mujer, durmamos primero; y nuestras gentes se acostaron.
A la mañana siguiente despertó la mujer siendo ya muy de día y vio desde su cama la hermosa campiña que se ofrecía a su vista; el marido se estiró al despertarse; diole ella con el codo y le dijo:
-Marido mío, levántate y mira por la ventana; ¿ves?, ¿no podíamos llegar a ser reyes de todo este país? Corre a buscar al barbo y seremos reyes.
-¡Ah!, mujer, repuso el marido, y por qué hemos de ser reyes, yo no tengo ganas de serlo.
-Pues si tú no quieres ser rey, replicó la mujer, yo quiero ser reina. Ve a buscar al barbo, yo quiero ser reina.
-¡Ah!, mujer, insistió el marido; ¿para qué quieres ser reina? Yo no quiero decirle eso.
-¿Y por qué no? -dijo la mujer; ve al instante; es preciso que yo sea reina.
El marido fue, pero estaba muy apesadumbrado de que su mujer quisiese ser reina. No me parece bien, no me parece bien en realidad, pensaba para sí. No quiero ir; y fue sin embargo.
Cuando se acercó al mar, estaba de un color gris, el agua subía a borbotones desde el fondo a la superficie y tenía un olor fétido; se adelantó y dijo:
Tararira ondino, tararira ondino,
hermoso pescado, pequeño vecino,
mi pobre Isabel grita y se enfurece;
es preciso darla lo que se merece.
-¿Y qué quiere tu mujer? -dijo el barbo.
-¡Ah! -contestó el marido; quiere ser reina.
-Vuelve, que ya lo es, replicó el barbo.
Partió el marido, y cuando se acercaba al palacio, vio que se había hecho mucho mayor y tenía una torre muy alta decorada con magníficos adornos. A la puerta había guardias de centinela y una multitud de soldados con trompetas y timbales. Cuando entró en el edificio vio por todas partes mármol del más puro, enriquecido con oro, tapices de terciopelo y grandes cofres de oro macizo. Le abrieron las puertas de la sala: toda la corte se hallaba reunida y su mujer estaba sentada en un elevado trono de oro y de diamantes; llevaba en la cabeza una gran corona de oro, tenía en la mano un cetro de oro puro enriquecido de piedras preciosas, y a su lado estaban colocadas en una doble fila seis jóvenes, cuyas estaturas eran tales, que cada una la llevaba la cabeza a la otra. Se adelantó y dijo:
-¡Ah, mujer!, ¿ya eres reina?
-Sí, le contestó, ya soy reina.
Se colocó delante de ella y la miró, y en cuanto la hubo contemplado por un instante, dijo:
-¡Ah, mujer!, ¡qué bueno es que seas reina! Ahora no tendrás ya nada que desear.
-De ningún modo, marido mío, le contestó muy agitada; hace mucho tiempo que soy reina, quiero ser mucho más. Ve a buscar al barbo y dile que ya soy reina, pero que necesito ser emperatriz.
-¡Ah, mujer! -replicó el marido, yo sé que no puede hacerte emperatriz y no me atrevo a decirle eso.
-¡Yo soy reina, dijo la mujer, y tú eres mi marido! Ve, si ha podido hacernos reyes, también podrá hacernos emperadores. Ve, te digo.
Tuvo que marchar; pero al alejarse se hallaba turbado y se decía a sí mismo: No me parece bien. ¿Emperador? Es pedir demasiado y el barbo se cansará.
Pensando esto vio que el agua estaba negra y hervía a borbotones, la espuma subía a la superficie y el viento la levantaba soplando con violencia, se estremeció, pero se acercó y dijo:
Tararira ondino, tararira ondino,
hermoso pescado, pequeño vecino,
mi pobre Isabel grita y se enfurece,
es preciso darla lo que se merece.
-¿Y qué quiere? -dijo el barbo.
-¡Ah, barbo! -le contestó; mi mujer quiere llegar a ser emperatriz.
-Vuelve, dijo el barbo; lo es desde este instante.
Volvió el marido, y cuando estuvo de regreso, todo el palacio era de mármol pulimentado, enriquecido con estatuas de alabastro y adornado con oro. Delante de la puerta había muchas legiones de soldados, que tocaban trompetas, timbales y tambores; en el interior del palacio los barones y los condes y los duques iban y venían en calidad de simples criados, y le abrían las puertas, que eran de oro macizo. En cuanto entró, vio a su mujer sentada en un trono de oro de una sola pieza y de más de mil pies de alto, llevaba una enorme corona de oro de cinco codos, guarnecida de brillantes y carbunclos; en una mano tenía el cetro y en la otra el globo imperial; a un lado estaban sus guardias en dos filas, más pequeños unos que otros; además había gigantes enormes de cien pies de altos y pequeños enanos que no eran mayores que el dedo pulgar.
Delante de ella había de pie una multitud de príncipes y de duques: el marido avanzó por en medio de ellos, y la dijo:
-Mujer, ya eres emperatriz.
-Sí, le contestó, ya soy emperatriz.
Entonces se puso delante de ella y comenzó a mirarla y le parecía que veía al sol. En cuanto la hubo contemplado así un momento:
-¡Ah, mujer, la dijo, qué buena cosa es ser emperatriz!
Pero permanecía tiesa, muy tiesa y no decía palabra.
Al fin exclamó el marido:
-¡Mujer, ya estarás contenta, ya eres emperatriz! ¿Qué más puedes desear?
-Veamos, contestó la mujer.
Fueron enseguida a acostarse, pero ella no estaba contenta; la ambición la impedía dormir y pensaba siempre en ser todavía más.
El marido durmió profundamente; había andado todo el día, pero la mujer no pudo descansar un momento; se volvía de un lado a otro durante toda la noche, pensando siempre en ser todavía más; y no encontrando nada por qué decidirse. Sin embargo, comenzó a amanecer, y cuando percibió la aurora, se incorporó un poco y miró hacia la luz, y al ver entrar por su ventana los rayos del sol...
-¡Ah! -pensó; ¿por qué no he de poder mandar salir al Sol y a la Luna? Marido mío, dijo empujándole con el codo, ¡despiértate, ve a buscar al barbo; quiero ser semejante a Dios!
El marido estaba dormido todavía, pero se asustó de tal manera, que se cayó de la cama. Creyendo que había oído mal, se frotó los ojos y preguntó:
-¡Ah, mujer! ¿Qué dices?
-Marido mío, si no puedo mandar salir al Sol y a la Luna, y si es preciso que los vea salir sin orden mía, no podré descansar y no tendré una hora de tranquilidad, pues estaré siempre pensando en que no los puedo mandar salir.
Y al decir esto le miró con un ceño tan horrible, que sintió bañarse todo su cuerpo de un sudor frío.
-Ve al instante, quiero ser semejante a Dios.
-¡Ah, mujer! -dijo el marido arrojándose a sus pies; el barbo no puede hacer eso; ha podido muy bien hacerte reina y emperatriz, pero, te lo suplico, conténtate con ser emperatriz.
Entonces echó a llorar; sus cabellos volaron en desorden alrededor de su cabeza, despedazó su cinturón y dio a su marido un puntapié gritando:
-No puedo, no quiero contentarme con esto; marcha al instante.
El marido se vistió rápidamente y echó a correr, como un insensato.
Pero la tempestad se había desencadenado y rugía furiosa; las casas y los árboles se movían; pedazos de roca rodaban por el mar, y el cielo estaba negro como la pez; tronaba, relampagueaba y el mar levantaba olas negras tan altas como campanarios y montañas, y todas llevaban en su cima una corona blanca de espuma. Púsose a gritar, pues apenas podía oírse él mismo sus propias palabras:
Tararira ondino, tararira ondino,
hermoso pescado, pequeño vecino,
mi pobre Isabel grita y se enfurece,
es preciso darla lo que se merece.
-¿Qué quieres tú, amigo? -dijo el barbo.
-¡Ah, contestó, quiere ser semejante a Dios!
-Vuelve y la encontrarás en la choza.
Y a estas horas viven allí todavía.
Estaba un día sentado junto a su caña en la ribera, con la vista dirigida hacia su límpida agua, cuando de repente vio hundirse el anzuelo y bajar hasta lo más profundo y al sacarle tenía en la punta un barbo muy grande, el cual le dijo: -Te suplico que no me quites la vida; no soy un barbo verdadero, soy un príncipe encantado; ¿de qué te serviría matarme si no puedo serte de mucho regalo? Échame al agua y déjame nadar.
-Ciertamente, le dijo el pescador, no tenías necesidad de hablar tanto, pues no haré tampoco otra cosa que dejar nadar a sus anchas a un barbo que sabe hablar.
Le echó al agua y el barbo se sumergió en el fondo, dejando tras sí una larga huella de sangre.
El pescador se fue a la choza con su mujer: -Marido mío, le dijo, ¿no has cogido hoy nada?
-No, contestó el marido; he cogido un barbo que me ha dicho ser un príncipe encantado y le he dejado nadar lo mismo que antes.
-¿No le has pedido nada para ti? -replicó la mujer.
-No, repuso el marido; ¿y qué había de pedirle?
-¡Ah! -respondió la mujer; es tan triste, es tan triste vivir siempre en una choza tan sucia e infecta como esta; hubieras debido pedirle una casa pequeñita para nosotros; vuelve y llama al barbo, dile que quisiéramos tener una casa pequeñita, pues nos la dará de seguro.
-¡Ah! -dijo el marido, ¿y por qué he de volver?
-¿No le has cogido, continuó la mujer, y dejado nadar como antes? Pues lo harás; ve corriendo.
El marido no hacía mucho caso; sin embargo, fue a la orilla del mar, y cuando llegó allí, la vio toda amarilla y toda verde, se acercó al agua y dijo:
Tararira ondino, tararira ondino,
hermoso pescado, pequeño vecino,
mi pobre Isabel grita y se enfurece,
es preciso darla lo que se merece.
El barbo avanzó hacia él y le dijo: -¿Qué quieres?
-¡Ah! -repuso el hombre, hace poco que te he cogido; mi mujer sostiene que hubiera debido pedirte algo. No está contenta con vivir en una choza de juncos, quisiera mejor una casa de madera.
-Puedes volver, le dijo el barbo, pues ya la tiene.
Volvió el marido y su mujer no estaba ya en la choza, pero en su lugar había una casa pequeña, y su mujer estaba a la puerta sentada en un banco. Le cogió de la mano y le dijo: -Entra y mira: esto es mucho mejor.
Entraron los dos y hallaron dentro de la casa una bonita sala y una alcoba donde estaba su lecho, un comedor y una cocina con su espetera de cobre y estaño muy reluciente, y todos los demás utensilios completos. Detrás había un patio pequeño con gallinas y patos, y un canastillo con legumbres y frutas. -¿Ves, le dijo la mujer, qué bonito es esto?
-Sí, la dijo el marido; si vivimos siempre aquí, seremos muy felices.
-Veremos lo que nos conviene, replicó la mujer.
Después comieron y se acostaron.
Continuaron así durante ocho o quince días, pero al fin dijo la mujer: -¡Escucha, marido mío: esta casa es demasiado estrecha, y el patio y el huerto son tan pequeños!... El barbo hubiera debido en realidad darnos una casa mucho más grande. Yo quisiera vivir en un palacio de piedra; ve a buscar al barbo; es preciso que nos dé un palacio.
-¡Ah!, mujer, replicó el marido, esta casa es en realidad muy buena; ¿de qué nos serviría vivir en un palacio?
-Ve, dijo la mujer, el barbo puede muy bien hacerlo.
-No, mujer, replicó el marido, el barbo acaba de darnos esta casa, no quiero volver, temería importunarle.
-Ve, insistió la mujer, puede hacerlo y lo hará con mucho gusto; ve, te digo.
El marido sentía en el alma dar este paso, y no tenía mucha prisa, pues se decía: -No me parece bien, -pero obedeció sin embargo.
Cuando llegó cerca del mar, el agua tenía un color de violeta y azul oscuro, pareciendo próxima a hincharse; no estaba verde y amarilla como la vez primera; sin embargo, reinaba la más completa calma. El pescador se acercó y dijo:
Tararira ondino, tararira ondino,
hermoso pescado, pequeño vecino,
mi pobre Isabel grita y se enfurece,
es preciso darla lo que se merece.
-¿Qué quiere tu mujer? -dijo el barbo.
-¡Ah! -contestó el marido medio turbado, quiere habitar un palacio grande de piedra.
-Vete, replicó el barbo, la encontrarás a la puerta.
Marchó el marido, creyendo volver a su morada; pero cuando se acercaba a ella, vio en su lugar un gran palacio de piedra. Su mujer, que se hallaba en lo alto de las gradas, iba a entrar dentro; le cogió de la mano y le dijo: -Entra conmigo. -La siguió. Tenía el palacio un inmenso vestíbulo, cuyas paredes eran de mármol; numerosos criados abrían las puertas con grande estrépito delante de sí; las paredes resplandecían con los dorados y estaban cubiertas de hermosas colgaduras; las sillas y las mesas de las habitaciones eran de oro; veíanse suspendidas de los techos millares de arañas de cristal, y había alfombras en todas las salas y piezas; las mesas estaban cargadas de los vinos y manjares más exquisitos, hasta el punto que parecía iban a romperse bajo su peso. Detrás del palacio había un patio muy grande, con establos para las vacas y caballerizas para los caballos y magníficos coches; había además un grande y hermoso jardín, adornado de las flores más hermosas y de árboles frutales, y por último, un parque de lo menos una legua de largo, donde se veían ciervos, gamos, liebres y todo cuanto se pudiera apetecer.
-¿No es muy hermoso todo esto? -dijo la mujer.
-¡Oh!, ¡sí! -repuso el marido; quedémonos aquí y viviremos muy contentos.
-Ya reflexionaremos, dijo la mujer, durmamos primero; y nuestras gentes se acostaron.
A la mañana siguiente despertó la mujer siendo ya muy de día y vio desde su cama la hermosa campiña que se ofrecía a su vista; el marido se estiró al despertarse; diole ella con el codo y le dijo:
-Marido mío, levántate y mira por la ventana; ¿ves?, ¿no podíamos llegar a ser reyes de todo este país? Corre a buscar al barbo y seremos reyes.
-¡Ah!, mujer, repuso el marido, y por qué hemos de ser reyes, yo no tengo ganas de serlo.
-Pues si tú no quieres ser rey, replicó la mujer, yo quiero ser reina. Ve a buscar al barbo, yo quiero ser reina.
-¡Ah!, mujer, insistió el marido; ¿para qué quieres ser reina? Yo no quiero decirle eso.
-¿Y por qué no? -dijo la mujer; ve al instante; es preciso que yo sea reina.
El marido fue, pero estaba muy apesadumbrado de que su mujer quisiese ser reina. No me parece bien, no me parece bien en realidad, pensaba para sí. No quiero ir; y fue sin embargo.
Cuando se acercó al mar, estaba de un color gris, el agua subía a borbotones desde el fondo a la superficie y tenía un olor fétido; se adelantó y dijo:
Tararira ondino, tararira ondino,
hermoso pescado, pequeño vecino,
mi pobre Isabel grita y se enfurece;
es preciso darla lo que se merece.
-¿Y qué quiere tu mujer? -dijo el barbo.
-¡Ah! -contestó el marido; quiere ser reina.
-Vuelve, que ya lo es, replicó el barbo.
Partió el marido, y cuando se acercaba al palacio, vio que se había hecho mucho mayor y tenía una torre muy alta decorada con magníficos adornos. A la puerta había guardias de centinela y una multitud de soldados con trompetas y timbales. Cuando entró en el edificio vio por todas partes mármol del más puro, enriquecido con oro, tapices de terciopelo y grandes cofres de oro macizo. Le abrieron las puertas de la sala: toda la corte se hallaba reunida y su mujer estaba sentada en un elevado trono de oro y de diamantes; llevaba en la cabeza una gran corona de oro, tenía en la mano un cetro de oro puro enriquecido de piedras preciosas, y a su lado estaban colocadas en una doble fila seis jóvenes, cuyas estaturas eran tales, que cada una la llevaba la cabeza a la otra. Se adelantó y dijo:
-¡Ah, mujer!, ¿ya eres reina?
-Sí, le contestó, ya soy reina.
Se colocó delante de ella y la miró, y en cuanto la hubo contemplado por un instante, dijo:
-¡Ah, mujer!, ¡qué bueno es que seas reina! Ahora no tendrás ya nada que desear.
-De ningún modo, marido mío, le contestó muy agitada; hace mucho tiempo que soy reina, quiero ser mucho más. Ve a buscar al barbo y dile que ya soy reina, pero que necesito ser emperatriz.
-¡Ah, mujer! -replicó el marido, yo sé que no puede hacerte emperatriz y no me atrevo a decirle eso.
-¡Yo soy reina, dijo la mujer, y tú eres mi marido! Ve, si ha podido hacernos reyes, también podrá hacernos emperadores. Ve, te digo.
Tuvo que marchar; pero al alejarse se hallaba turbado y se decía a sí mismo: No me parece bien. ¿Emperador? Es pedir demasiado y el barbo se cansará.
Pensando esto vio que el agua estaba negra y hervía a borbotones, la espuma subía a la superficie y el viento la levantaba soplando con violencia, se estremeció, pero se acercó y dijo:
Tararira ondino, tararira ondino,
hermoso pescado, pequeño vecino,
mi pobre Isabel grita y se enfurece,
es preciso darla lo que se merece.
-¿Y qué quiere? -dijo el barbo.
-¡Ah, barbo! -le contestó; mi mujer quiere llegar a ser emperatriz.
-Vuelve, dijo el barbo; lo es desde este instante.
Volvió el marido, y cuando estuvo de regreso, todo el palacio era de mármol pulimentado, enriquecido con estatuas de alabastro y adornado con oro. Delante de la puerta había muchas legiones de soldados, que tocaban trompetas, timbales y tambores; en el interior del palacio los barones y los condes y los duques iban y venían en calidad de simples criados, y le abrían las puertas, que eran de oro macizo. En cuanto entró, vio a su mujer sentada en un trono de oro de una sola pieza y de más de mil pies de alto, llevaba una enorme corona de oro de cinco codos, guarnecida de brillantes y carbunclos; en una mano tenía el cetro y en la otra el globo imperial; a un lado estaban sus guardias en dos filas, más pequeños unos que otros; además había gigantes enormes de cien pies de altos y pequeños enanos que no eran mayores que el dedo pulgar.
Delante de ella había de pie una multitud de príncipes y de duques: el marido avanzó por en medio de ellos, y la dijo:
-Mujer, ya eres emperatriz.
-Sí, le contestó, ya soy emperatriz.
Entonces se puso delante de ella y comenzó a mirarla y le parecía que veía al sol. En cuanto la hubo contemplado así un momento:
-¡Ah, mujer, la dijo, qué buena cosa es ser emperatriz!
Pero permanecía tiesa, muy tiesa y no decía palabra.
Al fin exclamó el marido:
-¡Mujer, ya estarás contenta, ya eres emperatriz! ¿Qué más puedes desear?
-Veamos, contestó la mujer.
Fueron enseguida a acostarse, pero ella no estaba contenta; la ambición la impedía dormir y pensaba siempre en ser todavía más.
El marido durmió profundamente; había andado todo el día, pero la mujer no pudo descansar un momento; se volvía de un lado a otro durante toda la noche, pensando siempre en ser todavía más; y no encontrando nada por qué decidirse. Sin embargo, comenzó a amanecer, y cuando percibió la aurora, se incorporó un poco y miró hacia la luz, y al ver entrar por su ventana los rayos del sol...
-¡Ah! -pensó; ¿por qué no he de poder mandar salir al Sol y a la Luna? Marido mío, dijo empujándole con el codo, ¡despiértate, ve a buscar al barbo; quiero ser semejante a Dios!
El marido estaba dormido todavía, pero se asustó de tal manera, que se cayó de la cama. Creyendo que había oído mal, se frotó los ojos y preguntó:
-¡Ah, mujer! ¿Qué dices?
-Marido mío, si no puedo mandar salir al Sol y a la Luna, y si es preciso que los vea salir sin orden mía, no podré descansar y no tendré una hora de tranquilidad, pues estaré siempre pensando en que no los puedo mandar salir.
Y al decir esto le miró con un ceño tan horrible, que sintió bañarse todo su cuerpo de un sudor frío.
-Ve al instante, quiero ser semejante a Dios.
-¡Ah, mujer! -dijo el marido arrojándose a sus pies; el barbo no puede hacer eso; ha podido muy bien hacerte reina y emperatriz, pero, te lo suplico, conténtate con ser emperatriz.
Entonces echó a llorar; sus cabellos volaron en desorden alrededor de su cabeza, despedazó su cinturón y dio a su marido un puntapié gritando:
-No puedo, no quiero contentarme con esto; marcha al instante.
El marido se vistió rápidamente y echó a correr, como un insensato.
Pero la tempestad se había desencadenado y rugía furiosa; las casas y los árboles se movían; pedazos de roca rodaban por el mar, y el cielo estaba negro como la pez; tronaba, relampagueaba y el mar levantaba olas negras tan altas como campanarios y montañas, y todas llevaban en su cima una corona blanca de espuma. Púsose a gritar, pues apenas podía oírse él mismo sus propias palabras:
Tararira ondino, tararira ondino,
hermoso pescado, pequeño vecino,
mi pobre Isabel grita y se enfurece,
es preciso darla lo que se merece.
-¿Qué quieres tú, amigo? -dijo el barbo.
-¡Ah, contestó, quiere ser semejante a Dios!
-Vuelve y la encontrarás en la choza.
Y a estas horas viven allí todavía.
Fuente:
https://www.grimmstories.com/es/grimm_cuentos/el_pescador_y_su_mujer
Resumen:
Había una
vez un pobre pescador que vivía con su esposa en una cabaña junto al
mar. Un día el pescador atrapa un lenguado de oro, que pretende ser un
príncipe encantado, y le pide que lo libere. El pescador amablemente lo
suelta. Cuando su mujer escucha la historia, ella dice que debería haber
hecho que el pez le concediese un deseo, e insiste en que se vuelva y le pida
que le conceda su deseo de tener una casa bonita.
El pescador
regresa a la orilla, pero está incómodo cuando se encuentra con que el mar
parece turbio, ya que era mucho más claro antes. Él hace una rima para
convocar al pez, y este le concede el deseo de la esposa. El pescador está
satisfecho con su nueva riqueza, pero la mujer no, y exige más, y exige que su
marido vuelva al mar y desee que se le haga rey. De mala gana, lo hace, y
consigue su deseo. Pero una y otra vez, su esposa lo envía de nuevo a
pedir más y más. El pescador sabe que esto está mal, pero no consiguió hacer
razonar a su esposa. Dice que no deben molestar al pez, y estar contentos
con lo que se les ha dado, pero su esposa no lo comprende. Cada vez, el
pez concede los deseos, pero cada vez el mar crece, y cada vez se ve más feroz.
Con el
tiempo, la mujer va demasiado lejos cuando ella desea comandar el sol, la luna
y el cielo, y hacerse igual a Dios. Cuando se hace este último deseo, el
lenguado deshace todos los deseos, y devuelve al pescador y su mujer a su
cabaña. Y con eso, el mar se calma una vez más.
Uso en el aula:
Cambios que realizar:
En cuanto cambios o adaptaciones,
considero que no hay muchas que realizar en el cuento en español ya que usa un
lenguaje bastante claro y directo, fácil de entender. Además de frases repetitivas
constantemente (¿Y qué quiere tu mujer? -dijo el barbo.), ya que la mujer era
tan avariciosa que no paraba de mandar a su marido a pedir cosas.
La única pega
que puedo decir es que en el libro en ingles como comentaba anteriormente hay
ciertas palabras o frases que no estaría mal que pusieran una guía en un lado
con el significado de ciertas palabras y frases que son difíciles de entender.
Contexto en el que se realizará la
narración:
Desde mi
punto de vista considero que este cuento se podría contar en cualquier momento
o incluso aplicarlo en navidades cuando es la hora de realizar la carta de los reyes,
ya que con el podemos trabajar el valor de la sensibilidad de las personas, es
decir explicar a los niños que hay gente que no puede tener regalos y no por
tener mas que otros son mas fosilices que los demás y el pedir aquello que
sabemos que van a jugar con ello y no por tener tanto van a dejar de lado,
pedir lo necesario.
Preguntas que se plantearían:
Este punto lo dividiría en dos partes:
Antes de leerlo, antes de comenzar a leer un cuento
me gusta mostrar a los niños el titulo del cuento y alguna imagen del interior
del libro para que saquen conclusiones, y opinen sobre que va a ir el texto.
Después de leerlo: Les realizaría las siguientes
preguntas
¿Qué os ha
parecido la historia?
¿Qué os ha
llamado la atención?
¿Qué personaje
os ha gustado más?
¿Qué cambiaríais
de la historia?
¿Si pudieseis
pedir un deseo cual pediríais?
¿Consideráis
que la mujer es feliz?
¿Le dan mucha
importancia a lo material?
Luego les propondría
unas actividades como sopas de letras, unir unas imágenes y que escribieran un
final diferente que les hubiera gustado.
Fuente:
http://www.dibujosparapintar.com/cuentos/actividades_pescador_mujer
Motivos y simbología:
Este cuento
nos muestra la historia de dos personajes que son pobres y que gracias al
marido que va a pescar todos los días consigue un pez dorado el cual les concederá
deseos.
En este
cuento se refleja la figura de la princesa que es en lo que quiere la mujer convertirse,
como en la mayoría de los cuentos folclóricos.
Este cuento
podemos decir que tiene final feliz porque al quitarles todos los deseos les
enseña que no hay que ser avariciosos que con el deseo que se les había concedido
al principio podían haber estado bien.
Muestra la
figura masculina como antiguamente que era la persona que salía a trabajar de casa.
La amabilidad,
tristeza y angustia del marido al no querer abusar del pez para que el mar no fuera
subiendo, y el no poder parar de pedir deseos que su mujer quería,
Y el
arrepentimiento de la mujer por haber abusado del pez que al final hace que
pierdan todo y vuelvan a la vida que Vivian.
Valores:
el comportamiento del hombre, saber identificar las cosas
que están mal hechas.
Contravalores: la avaricia de la mujer a la hora de
no parar de pedir deseos y que luego llega el arrepentimiento.
El dinero llovido del cielo:
Fuente:
Justificación de la elección del cuento:
He elegido este cuento porque
mirando cuentos folclóricos de los Hermanos Grimm me ha llamado la atención el
que el título fuera el dinero cayendo del cielo, porque no me podía parar de
imaginar que eso fuera verdad, y saliéramos a la calle y lloviera dinero.
Como podemos ver el personaje es
una niña con una gran pobreza y gran amabilidad, los niños al contarles esta
historia pueden sentirse identificados con el personaje y querer que les suceda
lo mismo en cuanto que les llueva dinero, Además de la amabilidad que se
sientan reflejados, el saber que hay que ayudar a la gente que lo necesita por
que algún día podemos ser nosotros los que estemos en esa situación y también nos
gustaría que nos ayudaran.
Es una historia muy bonita en la
que podemos encontrar gran variedad de opiniones.
Justificación de la elección de la edad:
Este cuento lo utilizaría en la edad de 3 a 4 años, ya que están
en esa cierta edad donde son un poco egoístas y quieren tenerlo todo, y no
compartir con los demás.
En cuanto al cuento es muy simple ya
que no utiliza vocabulario difícil para entender, además de ser corto y gracias
a ello los niños pueden seguirlo con facilidad.
La estructura del cuento es simple
sigue los pasos de todos los demas donde encontramos el planteamiento(donde vemos como es la niña y las condiciones que
tiene),nudo (que nos muestra la
personalidad de la niña la amabilidad con las demas personas que también necesitan
esos recursos) y el desenlace (que es la parte
que mas les llama la atención a los niños que es saber que pasa con las
historia como en ese caso que las estrellas se convierten en oro y la niña ya
no va a ser pobre.)
Fuente:
https://www.google.com/search?q=el+dinero+llovido+del+cielo&source=lnms&tbm=isch&sa=X&ved=0ahUKEwi817K82ovhAhUuxYUKHRdkA1AQ_AUIDigB&biw=1920&bih=969#imgrc=exwNHEaJ0uDjaM:
Cuento:
Había una
vez una niña que era huérfana y vivía en tan extremada pobreza que no tenía ni
cuarto ni cama donde dormir, no poseyendo más que el vestido que cubría su
cuerpo y un pedacito de pan que la había dado un alma caritativa; pero era muy
buena y muy piadosa. Como se veía abandonada de todos, se puso en camino,
confiando en Dios.
A los pocos pasos encontró un pobre que la dijo: "¡Si me pudieras dar algo de comer, porque tengo tanta hambre!" Y ella le dio todo su pan diciéndole: "Dios te ayude." Y continuó andando. Poco después encontró un niño que lloraba, diciendo: "Tengo frío en la cabeza, dame algo para cubrirme." Se quitó su gorro y se le dio. Un poco más allá vio otro que estaba medio helado porque no tenía jubón y le dio el suyo; otro por último la pidió su saya y se la dio también. Siendo ya de noche llegó a un bosque, donde halló otro niño que la pidió la camisa. La caritativa niña pensó para sí: "La noche es muy oscura, nadie me verá, bien puedo darle mi camisa." Y se la dio también.
Ya no la quedaba nada que dar. Pero en el mismo instante comenzaron a caer las estrellas del cielo y al llegar a la tierra se volvían hermosas monedas de oro y plata, y aunque se había quitado la camisa se encontró con otra enteramente nueva y de tela mucho más fina. Reunió todo el dinero y quedó rica para toda su vida.
A los pocos pasos encontró un pobre que la dijo: "¡Si me pudieras dar algo de comer, porque tengo tanta hambre!" Y ella le dio todo su pan diciéndole: "Dios te ayude." Y continuó andando. Poco después encontró un niño que lloraba, diciendo: "Tengo frío en la cabeza, dame algo para cubrirme." Se quitó su gorro y se le dio. Un poco más allá vio otro que estaba medio helado porque no tenía jubón y le dio el suyo; otro por último la pidió su saya y se la dio también. Siendo ya de noche llegó a un bosque, donde halló otro niño que la pidió la camisa. La caritativa niña pensó para sí: "La noche es muy oscura, nadie me verá, bien puedo darle mi camisa." Y se la dio también.
Ya no la quedaba nada que dar. Pero en el mismo instante comenzaron a caer las estrellas del cielo y al llegar a la tierra se volvían hermosas monedas de oro y plata, y aunque se había quitado la camisa se encontró con otra enteramente nueva y de tela mucho más fina. Reunió todo el dinero y quedó rica para toda su vida.
Fuente:
Uso en el aula:
·
Cambios que realizar: En primer lugar, me ha llamado la
atención que a la niña no le pusieran nombre ya que en la mayoría de los
cuentos los niños los identifican a los personajes por sus nombres.
También
añadiría al principio todos los elementos que la protagonista tiene porque al
principio pone que lleva un vestido solo, y luego a lo largo de la historia,
pone que se quita el gorro, luego su jubón y la saya, y como comprobamos hay
elementos que arriba no mencionadas.
También
cambiara las palabras como jubón y saya ya que son un poco complicadas para los
niños, pero debajo del texto haría unas anotaciones donde pondría esos nombres
para que los niños supieran que también se llaman de esa forma.
·
Contexto en el que se realizará la
narración:
Este cuento lo contaría una vez a la semana y así poder recordar a los niños la importancia de compartir con los demás.
Este cuento lo contaría una vez a la semana y así poder recordar a los niños la importancia de compartir con los demás.
Y
en la ocasión de que en algún trabajo en grupo o mientras juegan hay algún conflicto
recordares lo que decía la historia del cuento.
·
Preguntas que se plantearan:
Antes de leerlo, antes de comenzar a leer un cuento me gusta mostrar a los
niños el título del cuento y alguna imagen del interior del libro para que saquen
conclusiones, y opinen sobre que va a ir el texto.
1. ¿Qué os ha parecido la historia?
2. ¿Qué os ha gustado más?
3. ¿Como reaccionaríais ante esta situación,
en la que la gente les dijese que tienen frio etc.?
4. ¿Qué haríais si viesen caer dinero
del cielo y qué pensarían?
5. ¿Que habéis aprendido sobre este
cuento?
6. ¿Actuaríais igual que la
protagonista?
Motivos y simbología:
El personaje
principal es el de una niña amable con los demás, y mostrándonos la lucha que tenían
las mujeres para demostrar que podían realizar las mismas cosas que los hombres.
Y que no necesitaban de su ayuda para realizar las cosas
En esta época
la religión era fundamental y vemos como la niña tiene constantemente presente
la figura de Dios.
Y nos muestra
la recompensa en este caso el dinero que llueve, por haber sido generosa con las
personas que también lo necesitaba,
La princesa y el guisante
Fuente:
El cuento La princesa y el guisante
también conocido como Una verdadera princesa, es un cuento de
hadas del escritor danés Hans Christian Andersen. Fue publicado por
primera vez el 8 de mayo de 1835.
A diferencia de otros cuentos suyos
y con finales realmente trágicos como El soldadito de plomo (donde el
protagonista es quemado), La pequeña
cerillera (donde la niña protagonista muere del frío del
invierno) o La sirenita (donde la sirenita
protagonista muere y no logra que el príncipe se enamore ni se case de ella), La
princesa y el guisante sí tiene un final feliz.
Este cuento tampoco lo conocía, y
hablando en el trabajo con unas compañeras sobre el trabajo que tenia que
realizar me comentaron sobre él.
Fuente:
https://www.google.com/search?q=Hans+Christian+Andersen&source=lnms&tbm=isch&sa=X&ved=0ahUKEwjckL-IwYvhAhVIQBoKHbATAI8Q_AUIDigB&biw=1920&bih=969#imgrc=ymNlTa7m-eT5LM:
·
Justificación de la elección del cuento: Como comentaba anteriormente la elección de este cuento fue
teniendo una conversación con mis compañeras de trabajo, y una de ellas me dijo
que conocía este libro y que le había gustado mucho que le podría añadir a mi trabajo.
Asiqué lo leí y lo incluí.
·
Justificación de la elección de la edad:
Este cuento lo añadiría en la
biblioteca del aula de los cuatro años en adelante, ya que es un cuento corto,
en donde se utiliza vocabulario simple y fácil de entender por los niños de estas
edades.
Este cuento le podemos dar un gran uso en el aula.
Este cuento le podemos dar un gran uso en el aula.
En cuanto a la estructura del
cuento sigue los mismos pasos que los anteriores, nos encontramos con el planteamiento
que es el de la princesa entrando al palacio, el nudo seria la prueba que la reina
hace a la princesa y por último tenemos el desenlace que es que le príncipe descubre
que es una princesa de verdad.
Como podemos comprobar en la mayoría
de los textos folclóricos se utiliza la figura del príncipe con su princesa y
con un desenlace feliz.
·
Cuento:
Había
una vez un príncipe que quería casarse con una princesa, pero que no se
contentaba sino con una princesa de verdad. De modo que se dedicó a buscarla
por el mundo entero, aunque inútilmente, ya que a todas las que le presentaban
les hallaba algún defecto. Princesas había muchas, pero nunca podía estar
seguro de que lo fuesen de veras: siempre había en ellas algo que no acababa de
estar bien. Así que regresó a casa lleno de sentimiento, pues ¡deseaba tanto
una verdadera princesa!
Cierta
noche se desató una tormenta terrible. Menudeaban los rayos y los truenos y la
lluvia caía a cántaros ¡aquello era espantoso! De pronto tocaron a la puerta de
la ciudad, y el viejo rey fue a abrir en persona.
En
el umbral había una princesa. Pero ¡santo cielo, ¡cómo se había puesto con el
mal tiempo y la lluvia! El agua le chorreaba por el pelo y las ropas, se le
colaba en los zapatos y le volvía a salir por los talones. A pesar de esto,
ella insistía en que era una princesa real y verdadera.
—Bueno,
eso lo sabremos muy pronto —pensó la vieja reina.
Y,
sin decir una palabra, se fue a su cuarto, quitó toda la ropa de la cama y puso
un guisante sobre el bastidor; luego colocó veinte colchones sobre el guisante,
y encima de ellos, veinte almohadones hechos con las plumas más suaves que uno
pueda imaginarse. Allí tendría que dormir toda la noche la princesa.
A
la mañana siguiente le preguntaron cómo había dormido.
—¡Oh,
terriblemente mal! —dijo la princesa—. Apenas pude cerrar los ojos en toda la
noche. ¡Vaya usted a saber lo que había en esa cama! Me acosté sobre algo tan
duro que amanecí llena de cardenales por todas partes. ¡Fue sencillamente horrible!
Oyendo
esto, todos comprendieron enseguida que se trataba de una verdadera princesa,
ya que había sentido el guisante nada menos que a través de los veinte
colchones y los veinte almohadones. Sólo una princesa podía tener una piel tan
delicada.
Y
así el príncipe se casó con ella, seguro de que la suya era toda una princesa.
Y el guisante fue enviado a un museo, donde se le puede ver todavía, a no ser
que alguien se lo haya robado.
Vaya,
éste sí que fue todo un cuento, ¿verdad?
Uso en el aula:
Cambios que realizar:
No
realizaría ningún cambio, lo único que como comentaba anteriormente en los
cuentos anteriores utilizaría nombres para los personajes.
Contexto en el que se realizará la
narración:
Este cuento lo utilizaría o antes de dormir ya
que están cansados y están más relajados.
·
Preguntas que se plantearan:
Antes de leerlo, antes de comenzar a leer un cuento me gusta mostrar a los
niños el título del cuento y alguna imagen del interior del libro para que saquen
conclusiones, y opinen sobre que va a ir el texto.
· Después
de leerlo:
1. ¿Os ha gustado el cuento?
2. ¿Si vosotros fuerais príncipes buscaríais
también una princesa?
3. ¿Vuestras madres también le harían
pruebas?
4. ¿Habéis pensado como seria vuestra
vida si fuerais príncipes? ¿os gustaría?
5. ¿Creéis que vosotros notaríais el
guisante si esta tan escondido entre tantos colchones?
6. ¿Dormiríais bien?
7.
¿Qué
cambiaríais vosotros del cuento?
Actividades para realizar en el
aula:
1.
La
primera actividad es muy fácil ya que a principio de curso se les pidió a los
niños y a sus familiares que tenían que traer un cojín para poder realizar la
asamblea de una manera cómoda.
Entonces
después de haberles contado esta historia la primera actividad que realizaremos
será probar todos los cojines de los demás compañeros y así podemos opinar si
es más blando, más duro etc., y sacar conclusiones igual que la cama de la princesa.
2.
Les
daremos a los niños un folio en blanco y les diremos que dibujen como querrían
que fuera su castillo si fueran príncipes.
3.
Les
realizaremos una pregunta sobre el cuento haber si lo han entendido bien.
¿Qué
crees que tiene que ver una princesa con un guisante en este cuento? Marca con
una X la respuesta correcta.
Los guisantes son la comida
favorita de las princesas.
La muchacha colecciona guisantes de todos los
palacios en donde ha dormido y los guarda en una caja de cerillas bajo su cama.
La reina pone un guisante bajo un
montón de colchones en la cama donde la muchacha va a dormir esa noche
Fuente:
https://www.anayainfantilyjuvenil.com/pdf/proyectos_lectura/IJ00479801_9999975380.pdf
Motivos y simbología:
v Como comprobamos los protagonistas son
el príncipe y al príncipe, como antiguamente ya que tenían gran importancia, y son
fundamentales en la mayoría de los cuentos folclóricos.
v Nos vuelve a mostrar lo tradicional
de los cuentos folclóricos que son los finales felices
v Nos muestra de nuevo las
tradiciones antiguas en la que el príncipe no se puede casar si no es con la princesa
v La reina tiene que dar el visto
bueno
Bibliografía:
Labajo
González, I. (2018). Literatura Infantil (Guía de trabajo). CSEU "La
Salle."
Labajo
González, I. (2018). Literatura Infantil (Apuntes de la asignatura). CSEU
"La Salle."
Está casi perfecto. Tienes que eliminar las actividades añadidas al diálogo. En ellas trabajas varias cuestiones como vocabulario, comprensión, etc. Los niños ya hacen fichas de ese tipo. Son tareas de clase, obligaciones. La literatura nies una tarea ni una obligación. Contamos cuentos a los niños para que disfruten la literatura y les hacemos preguntas para ver QUÉ han entendido, no para comprobar SI han comprendido lo que tú crees que deberían haber comprendido.
ResponderEliminarVale muchísimas gracias
ResponderEliminar